Receintemente una hermana de la iglesia perdio a su padre y hermano, a veces no sabemos como actuar frente esta situación que embarga a otros de gran dolor y en ocasiones deseperación. Aqui le presento unos consejos prácticos para acompañar a las personas que estan en duelo.
El desafío que supone el duelo, implica nada más y nada menos
que, aprender a vivir con la ausencia del ser querido y encontrarle un
nuevo sentido a la existencia. Este camino puede ser muy largo y
doloroso para unas personas y no lo será tanto para otras. La mejor
manera de ayudarlas es acompañarlas en su camino y respetar el tiempo
que necesiten para recorrerlo.
Es muy importante transmitir a las personas en duelo que lo mejor que
pueden hacer por ellas mismas durante el período de duelo es permitirse atravesarlo completamente a su manera. Y es que no existe una manera correcta ni una cantidad de tiempo concreta.
El dolor que cada persona siente por la pérdida de un ser querido, no
se lo podremos evitar, aunque si lograremos, con nuestra compañía,
nuestro amor y compartiendo con ellos sus lágrimas, aliviarles su pena. Y
de esta manera estaremos cumpliendo uno de los llamamientos que tenemos
como cristianos: vendar a los quebrantados de corazón y consolar a los
enlutados, (Isaías 61: 1-3).
¿Qué hacer con quien sufre la pérdida de un ser querido? ¿Cómo podemos ayudarle? ¿Cómo hemos de comportarnos?
Cuando alguien cercano pierde un ser muy querido, solemos decir: "si me necesitas llámame, para lo que sea". Seguro que lo decimos de verdad y desde el corazón, pero lo primero que tenemos que saber es que los dolientes no tienen apenas voluntad ni fuerza siquiera para pedir ayuda.
Resulta bastante ilógico pensar que alguien sumido en la mayor de las
tristezas, sin apenas fuerzas para vivir y sostenerse en pie, que no
puede apenas comer, dormir, y que tiene dificultades incluso para
respirar, pueda descolgar el teléfono o dirigirse hasta tu puerta para
decirte "te necesito". Se debe asumir por tanto que hay que tomar la
iniciativa. No debemos esperar a que acudan a nosotros.No nos limitemos a
decir: "Si hay algo que pueda hacer..." sencillamente, hazlo.
La personas en duelo tienen tendencia en muchos casos al aislamiento,
por eso es conveniente saber ofrecerles ayuda y anticiparse a sus
necesidades. Conviene mantener el contacto a lo largo del tiempo, y no
limitarlos sólo a las primeras semanas. Son preferibles las visitas
cortas y frecuentes, que las prolongadas y distantes.
Pero ¿qué hacer... qué decir... para ayudar a quien está en duelo? Veamos algunos consejos prácticos:
ACOMPAÑAR: Cuando se acompaña, no siempre es necesario hablar. La
compañía en silencioes mejor que la soledad. Un abrazo a tiempo puede
ser la mejor de las medicinas. Por ello lo mejor en esos momentos es
simplemente estar. Sujetar una mano...... acariciar una mejilla...
oprimir un hombro y ofrecer todo el apoyo que creamos necesario tanto
física, emocional como espiritualmente. No nos mantengamos alejados por
no saber qué decir o hacer. Nuestra sola presencia puede infundirles
ánimos.
SERENAR: Adoptar un aire reposado y calmarles con
palabras cariñosas y gestos suaves. Admitir con tolerancia las posibles
manifestaciones de rabia, ira, llanto o cualquier otro brote de
sentimientos y emociones contradictorios.
NORMALIZAR: Recalcar las veces que sean necesarias que
es normal que se sientan en ese estado de confusión, insistiendo en que
no se están volviendo "locos" y que todos esos sentimientos por
extraños y virulentos que sean, son totalmente normales ante la
situación que están viviendo.
ESCUCHAR, PERMITIR Y FAVORECER SU DESAHOGO: Es muy
importante para el doliente que sienta que comparten su dolor. Hay que
favorecer que expresen libremente sus sentimientos y estar solícitos
para escuchar. La escucha es esencial y una buena forma de aliviar su pena.
Puede que necesiten hablar mucho de su ser querido, de cómo sucedió el
accidente o la enfermedad, qué pasó antes o qué siente por ello. Por el
contrario hay personas a las que les cuesta hablar y expresar lo que
sienten. Lo mejor es liberarles de que se sientan obligados a
"comportarse" de un modo determinado. No presionarlos para que dejen de
llorar, todo lo contrario, permitir su llanto. Ser pacientes y
comprensivos. No pensar que la persona que acompaña y escucha tiene que
ocultar sus sentimientos para que no les afecte a ellos, ¡es muy
sanador, para ambos, llorar con los que lloran! “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”. (Ro.12:15).
NO HAY QUE CAMBIAR DE TEMA SI EL DOLIENTE NOMBRA AL FALLECIDO: Muchas
personas agradecen muchísimo oír hablar a los amigos y familiares de
las cualidades y formas de ser únicas del fallecido y por las que
sentían gran cariño.
COMPRENSIÓN: No digamos: Se cómo te sientes" ...
¿De verdad lo sabemos?... ¿Cómo comprender, por ejemplo, lo que sienten
unos padres cuando muere un hijo si no se ha experimentado esa misma
pérdida? o bien... ¿cómo entender a una mujer que acaba de perder a su
esposo y con él su proyecto de vida? Y aun si lo hemos experimentado,
debemos tener en cuenta que no todo el mundo reacciona exactamente
igual.
EVITAR LAS FRASES HECHAS: Frases como: "La vida
sigue"..."Dios lo ha querido así"... “Tienes otros hijos, marido, etc.”…
“Eres joven, podrás tener otros hijos”… “Ya ha dejado de sufrir”… “Está
en un lugar mejor”… “Es mejor que haya sido así”, suelen provocar más
dolor, desconcierto y hasta rabia e indignación. Evitemos pronunciarlas.
Si no sabemos qué decir, es mejor no decir nada. Que sientan que hay
alguien preocupado y ocupado de ellos y de sus familias.
BRINDARNOS EN TODO LO QUE PODAMOS: Los primeros días: ¿Hay
que realizar ciertas gestiones? ¿Se precisa que alguien cuide de los
niños? ¿Se tienen que hacer las tareas de la casa? ¿La compra?
¿Necesitan alojamiento los amigos y parientes que han llegado de fuera?
¿Hay que ir a recogerles al Aeropuerto? Las personas que acaban de
perder a un ser querido suelen estar tan aturdidas que ni siquiera saben
lo que ellas han de hacer, por lo que difícilmente podrán decir a los
demás en qué les pueden ayudar. Por lo tanto noesperemos a que nos lo
pidan; ¡Tomemos la iniciativa!
Semanas, meses y tiempo después: En meses y años
siguientes, las personas que han experimentado la pérdida pueden sentir
mucha angustia cuando llegan aniversarios como bodas, cumpleaños, el del
fallecimiento, etc. Se puede marcar en la agenda estas fechas para
ponernos en contacto y así darles apoyo moral, si lo necesitan.
EVITAR DAR CONSEJOS FÁCILES O SOLUCIONES INMEDIATAS: No
hay que atosigarles con consejos o exigirles que tomen decisiones
inmediatas ante asuntos tan importantes como el cambio de domicilio, la
venta de la vivienda, el reparto de bienes y objetos personales, cambiar
de ocupación, ciudad o trabajo, etc., etc. Todo esto debe de irse
solucionando poco a poco, ¡habrá tiempo para ello! Se les puede ayudar
diciéndoles que no tengan prisa en tomar decisiones.
SER HOSPITALARIO: Es preferible en vez de decir: "ven a
casa cuando quieras", concretar el día y la hora de la invitación. No
rendirse enseguida si rechazan la invitación.
ESCRIBIR UNA CARTA, UN EMAIL O HACER UNA LLAMADA: Con
frecuencia se pasa por alto el valor de una carta de pésame. Personas
que han pasado por una pérdida importante, han comentado que les ayudó
mucho recibir alguna tarjeta o carta/email de amigos y familiares, ya
que podía leerla y releerla.
DISPONIBILIDAD Y ESCUCHA, LAS CLAVES PARA ACOMPAÑAR
Hace ya mucho tiempo que descubrí la importancia de estar
disponible y de escuchar con interés a cada persona que tenga algo que
contarme. Una querida amiga mía misionera, se ríe de mi porque
asegura que siempre que me llaman para pedirme una cita para asistir a
las reuniones de la Asociación, acabo pronunciando la frase: - “Bueno ahora, cuéntame tu historia”-
Muchas personas están ávidas de hablar, de relacionarse, de contar sus
problemas, de comunicarse, pero no siempre encuentran a un interlocutor
que les preste la debida atención. Si escuchas pacientemente tarde o
temprano te mostrarán lo que les aflige de verdad. Para escuchar hay que
saber respetar los silencios, no tener prisa, permanecer tranquilos y
permitir que la persona siga expresando sus sentimientos y emociones sin
interrumpirla. De vez en cuando conviene hacer alguna pregunta para que
pueda percibir que estamos entendiendo su situación.
Si vislumbran por tu parte un interés excesivo se pueden asustar de lo
que están contando. Probablemente era algo personal, quizás no se lo
habían contado a nadie anteriormente y sin saber por qué, te lo están
contando a ti. Te están abriendo su corazón, están exponiendo sus
problemas más íntimos por que han hallado el ambiente idóneo para
hacerlo. Crear ese ambiente, esa intimidad, es vital para obtener la
información necesaria que nos permitirá ayudar de forma eficaz.
Algo fundamental a la hora de escuchar mientras alguien nos abre su corazón, es compartir nosotros también, algo que le muestre a la otra persona que confiamos en ella, es decir, que la intimidad no sea solo unidireccional,
sino que ella pueda percibir que es digna de confianza y que nosotros
comprendemos su lucha, crisis de fe, sufrimiento, temores, inquietudes,
inseguridades, etc., ya que nosotros mismos también estuvimos en algún
momento ahí, en el mismo lugar en el que ella se encuentra.
NUESTRO DEBER COMO IGLESIA
A nuestro alrededor, dentro y fuera de la Iglesia, hay muchas
personas que están clamando en silencio para que alguien se detenga y se
dé cuenta de su dolor, para que alguien se interese por la difícil
situación que están atravesando y a la que no ven una salida, para que
alguien las abrace y les diga: -“tranquilo, no estás solo, estaré a tu lado mientras dure tu sufrimiento, puedes llorar sobre mi hombro”-,
y si estuviéramos atentos y fuéramos sensibles las reconoceríamos, pero
en general, todos estamos tan ocupados en nuestros asuntos que no
tenemos tiempo para nada más.
Quizás es el momento de volver a escuchar estas palabras: Después
oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por
nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí . (Isaías 6:8)
Fuente: protestantedigital.com