Conviene recordar que los pulgares no son los dedos más hábiles ni los mejor preparados para soportar cargas repetitivas prolongadas. Cuando se les exige un esfuerzo constante durante cinco o seis horas diarias, se produce una sobrecarga progresiva que puede derivar en lesiones. La preocupación de los especialistas es clara: si esta conducta se mantiene, dentro de dos décadas podría convertirse en un problema de salud ampliamente generalizado.
De hecho, los traumatólogos ya han comenzado a atender a menores de edad con diagnósticos que antes se asociaban casi exclusivamente a adultos, como artritis o tendinitis en los pulgares. Esta realidad evidencia que no se trata de una alarma infundada, sino de una consecuencia directa de los nuevos hábitos tecnológicos.
En cierto modo, se trata de la versión 3.0 de un problema antiguo. En la época de nuestros abuelos se hablaba del llamado “síndrome de las cosedoras”, que afectaba a mujeres que pasaban largas jornadas trabajando con hilo y aguja, desarrollando con el tiempo artrosis en los dedos. Hoy, la tecnología ha cambiado, pero el daño por movimientos repetitivos persiste.
El doctor Joaquim Casañas, especialista en cirugía de la mano de la Clínica Teknon, advierte que los usuarios más frecuentes de estos dispositivos son jóvenes que aún no presentan síntomas graves. Sin embargo, si continúan utilizando el teléfono de forma intensiva con los pulgares, es muy probable que sufran las consecuencias a largo plazo, especialmente al llegar a edades avanzadas.
Por esta razón, el especialista recomienda adoptar medidas preventivas, como utilizar teclados y configuraciones que permitan emplear el dedo índice a modo de lápiz táctil, en lugar de depender exclusivamente de los pulgares. Pequeños cambios en el uso cotidiano del teléfono pueden marcar una diferencia significativa en la salud de las manos a largo plazo.
Fuente: protestantedigital.com
